secuestros múltiples

November 17, 2008

Así es. Secuestro tras secuestro… No se asusten. Afortunadamente, yo no fui la víctima. Tampoco una persona que conozca.  Hago la aclaración antes de seguir porque ya me han dicho que a veces mi manera de contar las cosas altera innecesariamente a quien las escucha.

El caso es que ya hace más de dos semanas, Yoda fue secuestrado. Cayó en las garras del mal.

¿Por qué existen personas que se llevan lo que no es suyo? Definitivamente, no quiero escribir una apología de los ladrones. Sin embargo, debo decir que este tipo de robos me parece absolutamente injustificado y que debería merecer alguna especie de castigo. No puede ser que la gente haga estas cosas y luego todo siga igual. Me enoja. Si alguien me robara algo de dinero, tal vez lo entendería. Supongo que el hambre te hace capaz de todo. Claro, no niego que me daría coraje. Lo que no entiendo ni puedo ni quiero entender es por qué alguien llega y se lleva un juguetito que estaba en mi escritorio. Esas son ganas de joder. Como también son ganas de joder el origen de que uno de mis calcetines no esté. De nada les sirve lo que se llevaron…

Lo más grave dentro de todo esto es que alguien se atreva a secuestrar tu tranquilidad. Que si los chismes, que si la envidia, que si los malos entendidos, que si las injusticias de la vida… No importa. Yo sé que tarde o temprano todo termina poniéndose en su lugar, pero mientras las cosas llegan a  ese lugar, hay que aprender a controlar el coraje y las ganas de pedirle a esas personas que sigan con su vida sin joderte. No es mucho pedir tampoco. No sé por qué no pueden hacerlo.

Una última cosa: quienes no son capaces de respetar las ideas ajenas, la diferencia y el espacio del otro, por ningún motivo nunca jamás deberían tener poder. Ni siquiera un poquito.

Bravo por las medallas para México. Sin embargo, cuando vi el medallero Olímpico, las dos medallas de nuestra patria parecen nada junto a las 95 de Estados Unidos o las 83 de China… Tristemente.

Y por otro lado, mientras todo el mundo festeja también está esto. Y da más tristeza. Y da asco que pasen estas cosas.

recuerdos & pesadillas

March 27, 2008

Hace unos días, después de ver La zona, decidí que aunque ya tenía sueño sería bueno hacer otra cosa antes de dormir. Aunque ver caricaturas fue lo primero que se me ocurrió, terminé viendo una de esas películas cursis y extremadamente predecibles que sólo terminas viendo hasta el final por milagro o por la curiosidad de saber cómo terminan, sabiendo de antemano –claro está– que será un final feliz.

Un rato después me di cuenta de cuál era el motivo de posponer el sueño: la película me hizo recordar una pesadilla que he tenido varias veces y durante varios años. No puedo decir con exactitud cuándo empecé a tener esta pesadilla pero sí que ya tiene mucho tiempo que no me ataca en las noches –hasta donde recuerdo es un asunto nocturno, nunca la tuve en una siesta en el transcurso del día. El asunto es que me dormía y después soñaba que alguien entraba a la casa. Obviamente era una presencia amenazadora y no la visita de Alvin y las ardillas. Los detalles podían variar: a veces era sólo una persona, a veces eran dos o más, a veces no sabía cuántas. Tal vez querían robar o golpear o matar, pero la intención invariablemente era hacer daño. Podía ver detalles o podía estar todo oscuro y sólo escuchaba los sonidos del intruso. Nunca logré ver los rostros y nunca me hicieron nada pues siempre la angustia me despertaba antes.

Creo que es la pesadilla que más miedo me ha dado y además uno de los pocos sueños recurrentes que puedo contar. Después de ver la película La zona no pude sino recordar todo esto y darme cuenta de que mi pesadilla es muy similar a la de Judith. También para ella es algo recurrente soñar que alguien entra a su casa con la intención de hacerle daño. Y recientemente, platicando del tema, supe que también Juan Eduardo tiene la misma pesadilla. Entonces, los tres soñamos lo mismo y nos hemos angustiado por la misma sensación, aunque seguramente con sus variantes oníricas. ¿Será que algo pasó cuando eramos niños y nos sembró ese miedo en el inconsciente? ¿Será que nuestro H. Colegio está implicado? ¿Acaso es un sueño que soñamos todos por el miedo a ser invadidos en nuestro espacio o a sentirnos amenazados por el otro, un otro desconocido que puede representar un peligro? ¿O es sólo porque vivimos en el DF y compartimos esa inseguridad con cientos de personas?

Hace ya algunas semanas ocurrió un encuentro digno de registrarse, no porque corra el peligro de perderse en el olvido absoluto (ya que considero que fue una ocasión memorable para todos los asistentes), sino para que los detalles permanezcan –al menos los que recuerdo ahora después de tantos días.

La maravilla del internet –inimaginable hace 15 años– hizo posible toda una red de encuentros y descubrimientos con los compañeros de la secundaria, o de la primaria, para ser más precisa. En realidad nos conocimos desde niños y de una u otra manera, se puede decir que crecimos juntos. Descubrir dónde están las personas con las que convivía a diario hace 15 años, ver sus fotos, qué tanto han cambiado con el paso del tiempo, recordar una y otra cosa, nos llevó toda una tarde y gran parte de la noche. Es importante cómo eventos del pasado que no eran más que recuerdos vagos, adquirieron forma y nuevo significado y al mismo tiempo, dejar testimonio de ellos:

LSI o La Sociedad Secreta de los Calcetines Blancos (SSCB)
Pasé años conviviendo con los miembros de este clan que no conocía la misericordia, siendo testigo de sus torturas e ignorando su existencia. Una sociedad masculina originada para… ¿para qué? Para poner en máximo riesgo los testículos de todos, para encontrarle un mejor uso a las tablas de las mesas, para ver sufrir al otro mientras gritaba y se retorcía y después, si no salía bien librado de la embestida, cómo se encogía –o lo encogían– y daba patadas de ahogado para salir del bote de la basura que lo aprisionaba.

¿Quién se salvaba de estos ataques? Todo aquel que trajera calcetines blancos, toda una osadía en una escuela en la que a diario revisaban el uniforme y en donde el color café era predominante, necesario, ineludible. Pobres de aquéllos que seguían las reglas…

No sé qué tan comunes sean estos grupos de adolescentes que buscan cohesión a costa del sufrimiento ajeno. ¿Estoy siendo dramática? Tal vez. Pero seguro algún miembro de la SSCB se encargará de decirlo, quizá alguno se atreva a confesar sus motivaciones, quizá alguno se moleste por mi indiscreción al hacer públicas las dinámicas de tan secreto, selecto y perverso grupo… Perhaps, perhaps…

Elucubraciones explosivas
Recuerdo haber terminado un día de rodillas junto con toda la escuela en el camellón de enfrente, todos manteniendo la posición de seguridad. Recuerdo también que el motivo que nos llevó hasta ahí no era claro. No había habido ningún temblor, ningún incendio. Ahora, no queda ninguna duda por esclarecer: a algunos de los miembros de la SSCB se les ocurrió que era buena idea experimentar e investigar la potencia de los cohetes, y como no era suficiente para su sed pirotécnica, decidieron colocar dinamita en un wc de uno de los baños de hombres. Fue una fortuna que a nadie se le haya ocurrido orinar en tan inoportuno momento. El resultado: un edificio que albergaba adolescentes cimbrándose, azulejos destrozados, una fuga de agua inundando prácticamente todo el piso, un wc inservible, un grupo de personas asustadas o buscando explicaciones o culpables que evidentemente nunca hallarían y otro grupo de imprudentes muertos de risa.

Lo increíble: en este caso, como muchas veces sucede con la justicia mexicana pero en menor escala, los inocentes pagaron los platos rotos. Se decidió unánimemente que los responsables eran los mismos de siempre; si regularmente se consideraban problemáticos, no podía caber la más mínima duda de su participación en la explosión. Y –para sorpresa mía– el principal responsable, resultó ser el compañero que tuvo como escudo una reputación intacta, no sólo como miembro de la escolta, sino también como uno de los estudiantes más tranquilos y con conducta intachable. No cabe duda, las apariencias engañan. Moraleja: si eres maestro, recuerda sospechar de las caras dulces. Se corre el peligro de que sean los autores intelectuales de las peores maldades, como en el caso de Moreira.

Confesiones
Después de 10 años, confesar las travesuras y maldades no es más que un juego que a todos nos causa risa.  Y da lo mismo saber que Fulano decidió colocar su esperma –cuando no fue requerido– para analizarlo bajo el microscopio cuando todos intentábamos ver moléculas en el agua o dibujar lo que descubriéramos en el aceite; recordar el día en el que Judith por algún extraño motivo se alió con Luis Ricardo (ahora Hombre-tecnología), Aldaco, Octavio, Rubén y Pinocho para aventar gelatina a los peatones (y todavía es un misterio qué la motivó a participar con semejante ejército en dicha batalla);  o saber que a tu amigo Paco (de nuevo Moreira) se le ocurrió robar la bata blanca que usabas en el laboratorio para pisarla, mancharla, desgarrarla, tal vez orinarla… No recuerdo haber encontrado mi bata hecha trizas, pero varios testimonios dan fe de mi enojo y mi indignación.

Haciendo el “bien” sin mirar a quién en la cueva de la indigencia
Después de enterarse de las múltiples víctimas de estas perversas mentes, nos llevamos otra sorpresa al descubrir que también el pobre indigente de la colonia, conocido aquí y en los alrededores como El Tribi, tampoco se salvó. Como niños exploradores, este grupo de adolescentes inquietos conducidos por la curiosidad decidieron conocer el lugar en el que pernocta El Tribi. Tras toda una hazaña para entrar y descender en medio de cisternas, encontraron su guarida. En un acto aparentemente altruista –quiero pensar que tenían el deseo de ayudar y no de joder– robaron todas sus provisiones para fugarse de la realidad, lo dejaron sin una gota de pegamento, sin nada. Y luego, inevitablemente con afán de joder, uno de ellos orinó sobre el colchón viejo en el que se refugiaba. ¿Qué hace un indigente cuando regresa a su cueva y la encuentra saqueada, sin droga y además oliendo a orina? Otra de las consecuencias de la existencia de la SSCB…

Las apariencias engañan
 ¿Cuál presencia es constante en todas estas fechorías? ¿Quién aportó más al crimen infantil organizado? Juan Eduardo Reyes Retana Yáñez. Cuesta trabajo creerlo y al mismo tiempo no tanto si se recuerda que ya desde los 11 años despuntaba su carácter violento y que peleaba ferozmente con su maestra Socorrito. Es cierto que en ese entonces su rostro era más bien dulce. El paso del tiempo –y seguramente sus actos violentos– ha contribuido a que el ceño delate su potencial peligrosidad. Si bien era miembro de la escolta y una de las mentes más brillantes, fue también el autor intelectual de las peores maldades, incluida la vez en que colocó una bomba de humo en el baño provocando toda una movilización escolar o la ocasión en la que con la mano en la cintura le lanzó un escupitajo a Guadalupe Alustiza, su pequeña maestra de literatura, en un momento cúlmen de sus interminables discusiones retóricas. Ya existía la rivalidad maestra-alumno y, fuera de sí, la mujer decidió que el muchachito sabelotodo le había colmado el plato y lo echó del salón. Él, lleno de furia, se dejó llevar por el primer impulso y lanzó el escupitajo. En sus palabras:

Me paré junto a ella… hice un sonido de esos naquísimos para poder jalar la flema del tracto y que llegase a mi boca. Todo eso en su cara. Así que sólo tuve a bien girar algunos grados la cabeza y dejarlo escapar…

Como maestra de literatura que soy, comparto la indignación con el gremio. Como persona sensata, entiendo que los maestros nefastos cosechan lo que siembran y que se necesita muuucha paciencia para trabajar con adolescentes. Y como amiga de mi compadre, no deja de darme risa. 

De cualquier forma, entre risas, carcajadas y sorpresas, lo que es un hecho es que fue un placer reunirnos de nuevo y recordar. Descubrirnos nuevos pero los mismos. Juan-violento, Moreira-peligroso, Wright-narciso, Néstor-padre, Margarita-ecuánime… Y es un gusto ver que los encuentros siguen… Ya estoy lista para el próximo!

reencuentro

tortugas

Amanecimos con la triste noticia de que mis monstruosas mascotas fallecieron. Las cuatro, como suicidio colectivo. El peritaje correspondiente arrojó que la causa de la muerte fue envenenamiento, por pescado en mal estado. Ni hablar. Se acabó el pantano.

Es importante cuidar los árboles y respetar la naturaleza, y es terrible que quienes la defienden pongan en juego su vida. Por eso reproduzco esta petición de Greenpeace:

Aldo y Misael Zamora    El pasado 15 de mayo Aldo Zamora, un joven tlahuica de 21 años, fue asesinado por talamontes. Aunque sus agresores están plenamente identificados las autoridades no los han aprehendido y este crimen continúa impune. Exige a las autoridades que hagan justicia en el caso de Aldo y que frenen la tala de los bosques que nos dan agua. Envia una carta a las autoridades para exigir justicia y que cumplan con su responsabilidad.

Piratas, ¡a bordo!

April 18, 2007

Lo admito: estoy a favor de la piratería. Si me preguntan que si me gustaría que desaparecieran los piratas, la respuesta es NO. Es un mal necesario que en ocasiones, se agradece…

¿Por qué? Por varias razones. No siempre es cuestión de ahorrarse unos pesos en el cine –aunque hay que reconocer que ir al cine como padre de familia con 3 ó 4 hijos, es un lujo. Y aunque no se tengan hijos, como estudiante también puede ser difícil ir al cine con frecuencia. Y aunque no seas padre de familia ni estudiante, la cosa se complica con lo caro que es todo. Para muchos ver películas no alcanza a estar ni siquiera en segundo plano. Y ni qué decir de los gastos “extras”: palomitas, refrescos, chocolates, hot dogs…

Pero también entran en juego otras cuestiones. Por ejemplo, los puestos piratas son clasificables. No todos venden sólo lo que está en cartelera. En ellos, se pueden conseguir películas que incluso nunca llegaron a estar en las salas, lo que se te ocurra, con la facilidad de verlas cuando tú quieras y en la comodidad de tu casa. Ya sé que esa ventaja también se podría disfrutar comprando las originales. Pero los precios y la situación económica tampoco dan mucha flexibilidad. A mí no me incomoda comprar discos piratas de vez en cuando. La única diferencia es el empaque. El contenido es el mismo. Y sí, ya sé que a veces se ven mal. Pero no siempre. La mayoría de las veces la calidad no representa un problema.

Con la música pasa lo mismo. Claro, entran en juego los derechos de autor y entonces se le hace un mal a los músicos que viven de eso. Sí, pero también de no ser así su música no llegaría a tantos oídos. Más todavía con artistas que no tienen las campañas publicitarias de Pepsi o cuyos discos no llegan al país. Hace unos meses, una cantante norteamericana bastante reconocida, sobre todo en los 70, me regaló algunos de sus discos y me pidió que los reprodujera, agregando que le gustaría visitar México y verlos en un puesto pirata. Lo importante es que la gente la escuche y disfrute sus canciones. Art for art sake. ¿Se le puede reprochar?

Caminando por el Eje Central, uno de los dominios de la piratería en el DF, encontré esto y me llamó mucho la atención:

Sàa la piraterá!

No sé si es cierto que genera más empleos que todas las disqueras juntas… Sí sé que es ilegal y que implica demasiadas cosas, y que es un asunto complejo. Pero no niego su utilidad ni que me he beneficiado de ella. Hay música que no conocería si no fuera por las copias.

En fin. Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

Muy triste e impactante la noticia del tiroteo en Virginia Tech, considerada la mayor matanza estudiantil en la historia de Estados Unidos superando a la de Columbine. El número de muertos aumenta poco a poco. En este momento ya son 31 muertos y 29 heridos. En verdad es una pena que ocurra algo así, y más en un espacio como es una universidad.

Dice Henry Fielding en Amelia: “It hath been often said, that it is not death, but dying, which is terrible”. Y en estos casos, mucho más. La idea de estar tomando clase y que de pronto te metan un tiro, es espantosa.